El 29 de octubre se celebra el día mundial del ictus. Una iniciativa promovida por la Organización Mundial de apoplejías (OMI) que tiene como objetivo concientizar sobre la prevención y tratamiento de esta enfermedad que cada año afecta a más de 15 millones personas en todo el mundo. Un derrame cerebral es una enfermedad causada por una alteración repentina de la circulación sanguínea al cerebro. Esta alteración consiste en el taponamiento o ruptura de una arteria, que no lleva sangre a una parte del cerebro o que se le niega la sangre. Esto hace que las células cerebrales mueran. Actuar con rapidez es esencial para minimizar o eliminar las consecuencias.
Estos son los síntomas que nos pueden ayudar a identificar un derrame cerebral:
- Debilidad que afecta a un lado del cuerpo
- Pérdida de la visión en un ojo o en ambos
- Pérdida o dificultad del habla
- Pérdida de fuerza o parálisis en un lado del cuerpo o en la cara
- Pérdida de la sensibilidad en un lado del cuerpo o en la cara
- Inestabilidad, desequilibrio e incapacidad para caminar
- Dolor de cabeza intenso y repentino, inusual
Si se sospecha que una persona puede tener un derrame cerebral, es necesario pedirle que haga tres acciones:
- 1. sonreír (ver si hay asimetrías en la movilización de la cara)
- 2. Levante ambos brazos (para ver si hay debilidad o pérdida de fuerza)
- 3. hablar (ver si o no entender bien)
Si la persona no puede hacerlo, debe notificar a los servicios de emergencia llamando al 112. Hay tratamientos que sólo son efectivos en las primeras horas de la enfermedad. A medida que pasa más tiempo entre el inicio de los síntomas y el diagnóstico, menos probabilidades hay de tratar la apoplejía y más para presentar secuelas permanentes. Por eso es crucial que la atención urgente lo antes posible notifique a los servicios de emergencia y dígales los síntomas.
La prevención es clave
Aunque no existen factores de riesgo modificables (como la edad, el sexo y la genética) hay factores que afectan el riesgo vascular que podemos controlar. Los principales son la presión arterial alta, el colesterol, la diabetes, la obesidad, un estilo de vida sedentario, el tabaco y el alcohol. Para lograr un estilo de vida saludable que reduzca nuestro riesgo vascular necesitamos llevar una dieta sana y balanceada, hacer ejercicio y dejar de fumar.